martes, 28 de abril de 2015

Mi andén

Llega un momento en la vida en que ves un tren, lo persigues y te quedan dos alternativas: cogerlo y dejarte llevar o dejarlo ir. No puedes perseguirlo eternamente. Ni quieres. 

Puedes cogerlo, arriesgándote a que se pase de parada, se averíe, no llegue a tiempo o incluso se estrelle. 

Puedes dejarlo ir y no conocer a la chica sentada en el segundo vagón que lee tu libro favorito, no intercambiar una sonrisa; una conversación; una cama; una vida. 

En cualquiera de los casos vas a perder una experiencia. Vas a dejar de vivir la otra alternativa.

Planteado este dilema, ¿cómo saber qué elección es la mejor?

Por experiencia propia, creo que existen dos formas de pensar y tomar una decisión. Una es pensando con la cabeza. La otra, vivir con el corazón. 
Las premeditación frente a la espontaneidad. Frialdad frente a impulsividad. 

Mi respuesta puede enunciarse con otra pregunta: ¿qué tienes que perder?

Tienes la ocasión de coger un tren que posiblemente no vuelva a pasar jamás. Puedes quedarte en tierra, a salvo, seguro.  Puedes sacar una experiencia maravillosa, o tal vez desastrosa, pero que seguro te ayudará en próximas elecciones. 

Lo único seguro es que si te quedas mirando el tren, éste pasará de largo sin ti ni tu elección. 

Porque nada espera eternamente.